La gastada jamba del dintel de los recuerdos
En la época tardofranquista, los jóvenes del Barrio se juntaban en el Local Social -denominación pomposa que se daba a un viejo garaje en desuso atestado de muebles viejos y cuyo único lujo lo constituía un reluciente comediscos- y colocaban sobre una puerta reciclada en mesa de caballetes las exiguas pagas del fin de semana, que constituían el Fondo Común. Cada semana, y por riguroso turno, un adolescente se hacía cargo de ese fondo. El cine, las chucherías, los bocadillos de tortilla de patata, las partidas de futbolín y pinball y unos cuantos cigarrillos que vendían a granel en la tienda de ultramarinos se hacían realidad gracias a aquellas desiguales contribuciones -cada cual, lo que pueda, era el lema- que, aun desconociéndose la existencia de la palabra solidaridad, servían para que todos, independientemente de sus posibilidades económicas, accedieran a aquellos modestos recursos de diversión. El sobrante -que, a veces, lo había- se guardaba en una caja metálica de Colacao para unirse al fondo de la semana siguiente.
Con el paso del tiempo, algunos de aquellos adolescentes -ya convertidos en hombres y mujeres-, que continuaron residiendo en el Barrio, transformaron el viejo garaje en Casa de Cultura Popular que, en los primeros años, se mantenía, exclusivamente, con las aportaciones que seguían engrosando el Fondo Común. Alfabetización de personas adultas, preparación de oposiciones para personas sin titulación, talleres de artesanía, teatro, charlas, cineclub... Después llegarían las primeras subvenciones, los primeros desencuentros con el Ayuntamiento, el traslado de las actividades al edificio multiusos municipal, la demolición del garaje y los argumentos ad hominem de la Concejala de Cultura -No se puede dejar esto en manos de transgresores sociales (sic)- contra quienes, con su esfuerzo y la colectivización de su economía, habían hecho posible un espacio común libre y dinámico.
(Ayer, 32º aniversario del cruento golpe militar en Chile, se cumplían también 25 años de la primera actividad abierta al Barrio de la ahora inexistente Casa de Cultura Popular.)
7 comentarios
tio Antonio -
Nicolas -
almena -
besos!
Trini -
Sólo queda participar en lo que se pueda y pasar la mano en lo qu emoleste.
Un abrazo amiga
monocamy -
Con el tiempo y aportaciones anónimas, amén de las ocasiones en las que el olor de multitudes difundía la fama de la valentía de aquellos hombres, la inicial y humilde cuadrilla se transformó en una gran instalación, que siguió degenerando hasta convertirse en un club privado donde se exponía la historia de la intitución y se decoraban las paredes con fotografías de los primeros héroes.
Más adelante, la costa acabó llenándose de idénticos clubes, que infundían status y respeto a sus asociados y suponían un punto de encuentro de los estratos elevados socialmente.
De vez en cuando ocurría alguna pequeña o mediana tragedia, frente a las costas. Pero a quién le importaba... El tiempo caprichoso, el mar y sus peligros... Cosas de la vida.
Black -
felipe -