Canfranc, penúltimo réquiem
Óleo de Marcela García
Envolventes recuerdos de traqueteo en los despintados asientos de madera. Mujeres con grandes cestones repletos de pollos desconocedores de su gastronómico destino. Cajas grandes, pequeñas, atadas con un cordel de imposibles nudos. Mujeres orondas, coloradas, con sonrisa permanente mientras ofrecían una tajada de pan de moños y una chulla de tocino blanco -do tozín de casa, anunciaban-. Aromas hogareños y desconocidos, sugestivos y pestilentes. Y la aventura tragicómica del tren detenido mientras los viajeros, con palas misteriosamente aparecidas, descubrían los roñosos raíles y las traviesas carcomidas bajo montículos de nieve helada.
Y la vieja estación. Siempre vieja. Con ese aire de dama venida a menos, llevando con dignidad -y pena, tanta pena- sus desastrados ropajes, como la inolvidable Lila Kedrova en aquella condescendiente película de Hitchcock.
3 comentarios
Una mirada alrededor -
Yo también leí la noticia que comentas, Sands; trataba sobre intercambio de wolframio y oro entre el gobierno de Franco y los nazis. Puedes consultar en http://www.todotrenes.com/Noticias/verFichaActualidad.asp?Actualidad=197.
Cordiales saludos a ambos.
Sands -
Salu2.
Averia -