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Una mirada alrededor

8 de marzo: Todos los días del año

8 de marzo: Todos los días del año Carmen Morillo

8 de marzo



CASI ni me he dado cuenta de que el 8 de marzo está a la vuelta de la esquina hasta que han proliferado las noticias e intenciones políticas sobre la situación de la mujer. Hace tiempo decidí declarar día de la mujer cada jornada de mi vida, así que voy de pesada reivindicando y denunciando sin resuello que la democracia cojea mientras persista la marginación y la discriminación por razón de género.

Esta semana mismo he participado en un debate con otras tres mujeres de una formación académica superior a la mía y que ocupan puestos relevantes en la sociedad, algo que no se puede decir de servidora. Me sorprende que, a esas alturas, sigamos buscando resquicios para colar el sentimiento de culpabilidad y responsabilizarnos de las discriminaciones palpables que aún sufrimos.

El terrorismo de género, la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres por su condición femenina sigue siendo desgraciadamente en el siglo XXI un problema mundial, de igual magnitud que el sida, el hambre, el paro o los asesinatos cometidos por bandas terroristas sea cual sea su signo político, económico o religioso.

Es un drama que compartimos las mujeres independientemente del lugar donde vivamos, aunque confío que la ley integral recién estrenada en España sea una herramienta eficaz para crear una sociedad más justa e igualitaria.

Pese a la masiva presencia de la mujer en la Universidad, donde logran por méritos propios los mejores expedientes académicos, el desempleo femenino duplica al masculino y el salario del hombre es un 30% superior en igualdad de condiciones laborales.

Hosted by Putfile.comLamentablemente, por más que se denuncie cada 8 de marzo, no va a cambiar esa realidad salvo que se adopten medidas contundentes como penalizar (sin posibilidad de subvenciones o ayudas, por ejemplo) a las empresas que practiquen la discriminación salarial o laboral. Mientras tanto, todo el monte seguirá siendo orégano.

Que quieren que les diga, me duele la boca de repetir que las medidas de discriminación positiva políticas y sociales que tanto les chirrían a algunos constituyen el único camino para dar un salto hacia la igualdad real en lugar de seguir recorriendo el larguísimo y tortuoso camino que debemos andar las mujeres, demostrando permanentemente nuestra valía y nuestra capacidad para ocupar puestos de responsabilidad.

Como dice una amiga, el día que veamos tantas mujeres como hombres inútiles en la política no nos sentiremos orgullosas pero algo habrá cambiado.

Y ya, lo que he comprobado que exaspera incluso a los amigos más queridos es mi empecinamiento en enterrar el lenguaje sexista, que ayuda a sostener la invisibilidad histórica de las mujeres. Ayer mismo, una lingüista me reprochaba que rechace la palabra hombre como genérico del ser humano. Pues sí, no sólo me resulta incorrecto e inaceptable sino que además pienso que el lenguaje constituye la arquitectura del pensamiento, así que resulta importantísimo mejorarlo para combatir los tópicos y arquetipos femeninos. Vamos, que agradecería incluso que corrigiesen el himno de Andalucía.



ELLAS. Gentiles, malvadas, inteligentes, inútiles, libres, horteras, ecuánimes, libidinosas, sagaces, matronas, maravillosas, anodinas, francas, esclavas, estúpidas, activistas, prepotentes, deslenguadas, comprensivas, pobres, accesibles, retadoras, genuinas, grandilocuentes, virginales, trabajadoras, prostitutas, militantes, vagas, tenaces, incapaces, acogedoras, crueles, sencillas, exquisitas, intrigantes... ELLAS. Mujeres. Seres humanos.

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