Donde se agita la memoria
[...]"A las cuatro de la madrugada del 16 de junio de 1938 el último de los soldados de "La Cuarenta y tres", se retiró a Francia detrás de la población civil, - que lo había hecho ya los días anteriores, protagonizando sobre los caminos de nieve del puerto viejo de Bielsa escenas de horror y desamparo que jamás podremos olvidar los que , aún sin vivirlas, las hemos revivido en las palabras y los ojos de los que sí lo hicieron- (...¡y qué decir de ellos!) ...Después, tras un plebiscito en la localidad francesa de Arreau donde la práctica totalidad de los combatientes optaron por volver a territorio republicano, vinieron -"...si me quieres escribir, ya sabes mi paradero"-, más "días de pólvora y sangre" en el Ebro, la derrota y el exilio: un camino hacia el olvido, -que algunos encontraron en los hornos crematorios de Matthausen -... pero a otros los llevó a saber dónde, aunque parando.... y esa breve parada valía todo el viaje -muchos viajes- a besar rojas bocas bajo sus dos tricolores en aquel París que -¡venciendo por fin!- contribuyeron a liberar de quienes habían bombardeado sus casas y destrozado su lejano país, tan silencioso entre las montañas."[...]
La Ronda de Boltaña.
"Aunque algunos siguen obstinados en imponer el olvido, sólo consiguen lo contrario, es decir, reforzar la reivindicación de que la historia se escriba y se lea con todas las páginas, con todas las líneas. Dicen los viejos que en este país hubo una guerra, cantaba el grupo Jarcha en su Libertad sin Ira Pero tras la guerra llegó la sangre menos visible de la posguerra. Y esa sangre que lloraba piel adentro, esa sangre amordazada de esconder tricolores, hablar en voz baja, sintonizar Radio Andorra a hurtadillas y digerir el No-Do salvacionista de pantanos y polos de desarrollo, se reconvirtió a democracia de tabla rasa en una transición que todavía hoy se califica como irreprochable.
Por supuesto que fue irreprochable. Irreprochable para los verdugos, a quienes indultó moralmente echando borrón en sus crímenes. Irreprochable en su generosidad al perdonar a quienes no pidieron perdón. Irreprochable en su cortina de humo de obedecer al dictador en el designio de la sucesión.
¿Hasta cuándo y hacia dónde vamos a seguir transitando así? ¿Es mucho pedir que, sin afán de revancha, se condenen en España los actos contra la humanidad cometidos en este territorio? ¿No puede aplicarse el mismo rasero que se utiliza para calificar otras dictaduras?
Han transcurrido setenta años de aquellos pasos amargos de quienes con el miedo hacia lo venidero y el horror de lo ya vivido, salieron del valle de Bielsa para, en muchos casos, no regresar jamás. Setenta años de fotografías familiares heridas de muerte, de piedras caídas que no volvieron a ser hogar para sus dueños. Setenta años de lo que no debe repetirse, pero tampoco se puede ocultar. Aquello existió y ninguna paz de pacotilla puede negarlo ni obstaculizar la restitución de la dignidad a las victimas y sus descendientes.
No se trata de hurgar en dolores fosilizados a fuerza de silencio. Se trata de reconocer los derechos de quienes envejecieron sin haber sido niños. Se trata de que la sociedad, si verdaderamente apuesta por una democracia adulta, exija el principio de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, sin castas privilegiadas ni cunas de sangre azul hereditaria. Se trata de que la verdad aflore sin estridencias. Y el único modo es mirar al pasado serenamente, sin telarañas unificadoras y tercas en equilibrar aquella balanza donde unos pusieron paredón, garrote vil y extorsión y otros, sin justicia que les amparase, hubieron de sufrir todo aquello.
Setenta años después, el domingo día 8 de Junio vamos a volver a Puerto Viejo. Vamos a volver en nombre de la paz, pero también de la memoria. Vamos a volver para recuperar huellas y voces y para decir a Aragón y a España que ha llegado la hora hace mucho que tenía que haber llegado- de concluir este absurdo trayecto de medias tintas y doble moral."
Mª. Victoria Trigo. A Puerto Viejo setenta años después.
y los ojos de Poupchen, aquellos ojos zarcos que intentaba hurtar al abuelo Lájos para que no descubriera en ellos el horror, mientras apretaba contra su dolorido pecho el cuerpo famélico del tío Barsaly, volverán a reproducir la imagen del ángel Victorián, el soldado de La 43 que gastó sus últimas fuerzas para dirigir a aquella joven pareja de gitanos hacia la orilla de la esperanza.
subiré al Puerto Viejo a dejar mi canción.
3 comentarios
Una mirada... -
Un abrazo.
**********
Pero ya ves, Tío Antonio, muchos de aquellos refugiados terminarían desfilando por el París liberado de la opresión nazi.
Un saludo.
Tio Antonio -
Es algo muy duro que aquellos en los que confíes tu salvación, te decepcionen.
Trini -
Un abrazo
Siempre es un placer pasar por aquí