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"The Somnambulist": Peter Ciccariello


Transcurre el verano con una letanía lúgubre de vidas arrebatadas en este Planeta Azul cuyos lodazales se recubren de falsas buenas intenciones y donde la Parca sestea mientras sus sicarios humanos prestan voluntariamente servicios de limpieza. Y así, atronándole la ira ante el antepenúltimo Gólgota, escribe mi entrañable Joaquín Pérez Azaústre:


"Algo huele en Roquetas a muerte enfebrecida, a un riesgo interior sobre las cintas que aparecen y desaparecen mientras los cuerpos salen de la escena. Asesinar a un hombre cuesta mucho: sobre todo, a un hombre fornido y alterado que ve su propio fin cerniéndose deleble sobre él, volcándose en la herida de su vientre, golpeándolo con saña sólo contenida al descubrir que ya no quedaba hombre al que matar. Asesinar a un hombre cuesta mucho, sobre todo a un hombre como éste, alto y fornido, joven todavía, por mucho que estuviera aprisionado, el cuerpo desnudo y mendicante, expuesto a la codicia de unas botas que quisieron lustrarse en sus costados. Cuesta mucho matar, pero al parecer los asesinos de Roquetas necesitaron muchos, muchos golpes, y también ser muchos sobre él.

Cabría otorgar a los asesinos de Roquetas, a estos guardias civiles que, unos por acción, y otros por omisión, cercenaron la vida de este hombre, la presunción de inocencia constitucional, pero después del vídeo de sus actos, después de ver el dolo con que todos fueron golpeando hasta matarlo, ocultando después el cuerpo, casi inerte, del ángulo de visión de las cámaras de vídeo instaladas en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas, qué posible presunción de inocencia cabe ya ofrecer a estos sujetos, una presunción de inocencia que, dicho sea de paso, ellos no ofrecieron a su reo: lo declararon culpable de antemano, y ellos decidieron, también, ejercer la justicia nauseabunda de torturas y ataques criminales que, consumados, sólo se resolvieron con su muerte. Quién le aplicó defensas a este hombre, quién le defendió de sus captores; sin embargo, todos los acusados de este crimen sí tendrán defensa para ellos, que no serán sus defensas preferidas –porras extensibles y eléctricas– y quizá salgan libres de su crimen, reinsertados e intocables."


Aquellos temibles ogros de la edad de la inocencia se despojaron de sus máscaras y dejaron al descubierto sus rostros -tan similares a los de sus víctimas-, desprovistos sus ojos de ese destello de humanidad que poseían en su papel de monstruos.

3 comentarios

Una mirada alrededor -

La sentencia de Plauto, "el hombre es un lobo para el hombre", cobra demasiado sentido en multitud de ocasiones. Afortunadamente, los buenos sentimientos también existen.
Un abrazo a ambas.

Trini -

Terrible.

Parece una historia sacada de otros tiempos, sin embargo es nueva, reciente, y me pregunto ¿¿¿unica???

Alguien debe de meter mano seriamente en esto, tengo amigos, buenos amigos guardia civiles y no han de pagar por la malignidad de otros, que estoy segura la tendrian hasta de haber sido sacerdotes, o fontaneros, (por decir.) porque eso está en la sangre, el mal navega en la sangre de gente sin humanidad de ningún tipo.

Un abrazo

Averia -

Me he enterado esta misma mañana sobre este caso en la prensa y la verdad es que me he quedado un poco flipando.