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Una mirada alrededor

Antropología del horror

Arancia-Mandibola

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Fran Sevilla: "SREBRENICA"

VENÍAN con el rostro demudado por el horror. Hambrientos, famélicos, desorientados, sin saber muy bien qué rumbo elegir: como alguien que acaba de salir de una pesadilla y todavía no sabe dónde termina el mal sueño y dónde comienza la vigilia. Lo trágico es que en su caso la vigilia era la pesadilla misma. La mayoría eran mujeres y niños, había muy pocos hombres. Ni siquiera podían expresar con claridad sus sentimientos, sus angustias o sus terrores, permanecía atenazados por el pánico, como animalillos inmovilizados ante el depredador. Las carreteras que llegaban desde el Este de Bosnia a Zenica, en el centro de esa república, eran un goteo de pequeños grupos de refugiados, de los escasos supervivientes del exterminio de Srebrenica.

También venían de otros lugares, de otros "enclaves seguros" como los definió en una resolución el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero una vez más, la seguridad no se logra con declaraciones ni resoluciones políticas, y el Ejército serbobosnio, con su jefe militar, el general Ratko Mladic, y su jefe político, Radovan Karadzic, a la cabeza, se había pasado por el arco del triunfo de su limpieza étnica aquella resolución. Los periodistas que desde el terreno intentábamos relatar lo que sucedía nos sentíamos horrorizados, pero sobre todo ahítos de indignación y de rabia por la impotencia: de nada servían nuestras denuncias, el carnaval de la muerte llevaba más de tres años circulando por toda Bosnia ante la mirada impasible de la llamada Comunidad Internacional.

Y llegó la hora de Srebrenica. Estos días se cumple el décimo aniversario del peor acto de barbarie en la civilizada Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los periódicos rememoran aquella matanza, así que no es necesario recordar los datos. Lo que sí debe recordarse, una y otra vez, es cómo el mundo asistió con absoluta indiferencia a la escenificación del exterminio previsible y previsto. Conviene recordarlo ahora que los escenarios de muerte son otros, geográficamente hablando, aunque tan similares que resulta pavoroso.

Esa geografía de la muerte es inabarcable. Conviene no olvidarlo cuando tanto se habla ahora de buenas intenciones por parte de países y dirigentes mundiales. Las buenas intenciones fueron las que llevaron a la ONU a declarar Srebrenica "enclave protegido" y a los soldados holandeses que lo debían defenderlo a no disparar un solo tiro para proteger a miles de seres humanos indefensos, ofrecidos como tributo al dios de la guerra para aplacar la furia de Karadzic y Mladic. Las buenas intenciones fueron las que empedraron el infierno de Srebrenica. Y no hubo malas conciencias, salvo algún soldado holandés que dejó de conciliar el sueño por la noche.

Recuerdo de nuevo los alrededores de Zenica, en aquel angustioso julio de hace diez años, y todavía me recorre el cuerpo un escalofrío. Lo más terrible es que el mundo no parece haber aprendido la lección.


“¿Dónde estabas, Ser Humano,
que grité tu nombre y no respondiste,
que apelé a tu conciencia y me negaste,
que alcé hacia ti mis manos
y cerraste los ojos…?”

1 comentario

Nicolás -

Sí, buenas intenciones... también tienen buenas intenciones los que ponen bombas. Todo el mundo se considera a sí mismo una buena persona que trabaja (e incluso se sacrifica) por un mundo mejor.
Hasta G.W. Bush ha dicho en la reunión del G8 están trabajando por un mundo mejor. Y yo estoy seguro de que él lo cree.