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Una mirada alrededor

Desvergüenza vía satélite (urbi et orbi)

insomnia

“Insomnia”: Shawna A. Smart


“Nadie tiene la culpa de haber nacido rico,
pero…¿quién tiene la culpa de que haya pobres?”

Eduardo Jordá: "MÚSICOS SOLIDARIOS"

SOSPECHO que la mayoría de los músicos que participaron en los conciertos Live 8 del sábado pasado, en protesta por el hambre y la injusticia en el mundo, tenían grandes preocupaciones en su cabeza mientras interpretaban sus canciones, vía satélite, para más de cien millones de personas. Mariah Carey estaba pensando en el cocinero particular que lleva a todas partes para que le prepare las hamburguesas como a ella le gustan, ni demasiado hechas ni demasiado crudas. El jovial Bon Jovi intentaba fingir que alguna vez había sentido algo parecido a un sentimiento genuino mientras interpretaba sus torpes simulacros de rock. Shakira estaba pendiente de los focos que podían delatar el tinte de su encrespada cabellera que jamás fue rubia. Bryan Adams recriminaba con una mirada al cámara que tomaba los primeros planos, al que había prohibido resaltar los cráteres lunares que cubren sus mejillas. Y Paul McCartney estaba angustiado por la posibilidad, no del todo remota, de que un gallo estridente surgiera de su garganta, tan poderosa en el pasado y tan frágil en el presente.

Pero esto no fue nada comparado con otros artistas. En Toronto, Céline Dion hacía esfuerzos para que su cara no revelara ninguna de las múltiples arrugas que le han sido extirpadas a lo largo de los años por alguno de los cirujanos plásticos más baratos del mundo ("Esta vez, Céline, dejaremos el estiramiento facial en un millón de dólares, ¿te parece bien?"). En Londres, el ardoroso Robbie Williams estaba pensando en cuál de las quince chicas que gritaban en la primera fila se llevaría a la cama aquella noche (¿y por qué no a todas a la vez?). Y el elegante y frugal Elton John –un músico que debería estar prohibido para los diabéticos, dada la peligrosa cantidad de azúcar que aportan sus canciones– estaba pensando en lo bien que le salió la fiesta de su mansión de Windsor, en la que los hombres llevaron frac y las mujeres tiara (de esmeraldas, de brillantes, de amatistas, de acciones petrolíferas), y en la que la invitada Joan Collins, que parece más joven ahora que cuando tenía cincuenta años, hace ya cincuenta años, lució un lazo rojo de rubíes, creados por la firma Chopard, para demostrar su solidaridad con los enfermos de sida (todo esto lo he leído en Diez minutos, una revista que debería estudiarse en las clases de Economía Política).

Comprendo que a toda esta gente le quite el sueño el hambre en el mundo. Han recorrido a pie cientos de veces, sin más compañía que un solícito criado que les sacude las moscas con un plumero de seda perfumada, los barrios más humildes de Johannesburgo y las más populosas barridas de Calcuta, sólo porque sentían el deseo irresistible de socorrer a un niño hambriento o a un anciano moribundo. Han llorado tantas veces por el sufrimiento ajeno, se han sentido tan desmoralizados por la desgracia y la miseria en sus solitarias suites de 250 metros cuadrados, en la última planta de un hotel de Nueva York o de Tokio, que lo más natural es que se reúnan para protestar por la ignominiosa pobreza del mundo.

El sábado pasado no pude contener las lágrimas. Suerte que, en el último minuto, descorché una botella de champán francés para darme ánimos. Sólo costaba doscientos euros. Una fruslería.


Show fantasmal de abultadas carteras y despilfarro televisado bendecido por los Amos del Planeta. Reedición tecnológica de aquel “ponga un pobre en su mesa”. Vodevil de conciencias pijas para entretenimiento de gentes desahogadas. Desvergüenza asida al pentagrama.

3 comentarios

Nicolás -

Sí, estoy muy de acuerdo contigo.
Andaba pensando yo escribir un "post" estos días sobre esto pero no me animo, es que me pone de mala leche, y total para qué...

Una mirada... -

...pero lo están "vendiendo" como el summum de la solidaridad... La misma prensa está encumbrando el evento de una forma repugnante (aunque bien es cierto que se han alzado voces críticas).
Saludos.

P.S.- ...a champán y a lo que haga falta, Avería.

Averia -

Pienso que participan en este tipo de actos porque se lo piden y porque así les da mejor nombre. No creo que se paren a pensar un sólo segundo de su vida en el hambre que hay en el mundo.
¿Me invitas a una copa de champán francés? :-P